miércoles, 21 de marzo de 2012

EL PODER SANADOR DEL AFECTO



       Me declaro adicta……

       Adicta al beso cercano, a la caricia relajante, al abrazo protector, a la palabra tranquilizadora y al gesto amigo, cómplice.
        La felicidad de un niño/a, la sonrisa, la seguridad para acercarse al mundo, conocerlo y explorarlo es directamente proporcional al número de expresiones de afecto que les regalamos cada día, que a su vez nos devuelve.
        Tal vez no sea casual, tal vez en su especial forma de ver y entender el mundo, “da lo que recibe” sin más, “pide y busca lo que necesita” desde la más sana inocencia. Y curiosamente cuando el niño/a peor se siente ya sea malito, triste, aburrido, desanimado, es cuando más lo solicita.
¿Un beso?, significa que por arte de magia me curas la herida.
        ¿Una caricia?, la mejor de la formas de dormirme.
¿Un abrazo?, me hace sentir protegido sabiendo que puedo contar contigo.
¿Y las largas charlas e incluso regañinas a veces?, lo mucho que aprendo de ti todos los días, lo mucho que me cuidas,… lo mucho que me quieres.

        Porque al final es eso, el afecto es demostrar con actos y con palabras lo mucho que quieres a la otra persona. Y, ¿a quién no le gusta que se lo demuestren?.

        Es verdad que en la vida adulta las 24 horas del día están cronometradas al segundo. Que a veces el día a día se convierte en un pentatlón de pruebas de supervivencia cotidiana, pero por experiencia sabemos, que el esfuerzo que implica es insignificante en comparación con el bienestar que produce. Que puede que nos sintamos mucho mejor compartiendo un momento de juegos y achuchones en familia aunque la hora de la comida o de la ducha  se retrase.

        Y por si todavía dudamos del poder sanador del afecto, se me ocurre la mejor razón para practicarlo, que en este caso le aporta aún más importancia por los tiempos que corren, ES GRATIS.

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